Puede que nos cause risa… y lo cierto es que hay infinidad de chistes que hablan de los mocos, pero en pediatría, los mocos “no son moco de pavo” (perdonad el chiste, es que estaba a flor de piel…). En la Escuela hemos aprendido a quitar los mocos malos, para que los mocos “buenos” puedan seguir ejerciendo su función.
Los denominados «mocos» son una sustancia viscosa producida por las células que cubren la superficie de las mucosas del cuerpo, especialmente la vía aérea. Se componen de agua, azúcares y proteínas, y suelen contener anticuerpos que protegen de infecciones. Cuando ejercen su misión además contienen células muertas, tanto propias del organismo como gérmenes de exterior. Y esos son los que hay que expulsar, que son los “malos”.
En los niños pequeños pueden ser un problema si no se eliminan con facilidad. Todos los niños tienen mocos y es normal que los tengan, pero suelen suponer un problema que agobia a los padres cuando impiden al niño comer o dormir bien, llegando a pasar noches enteras despiertos por ellos. Sin embargo, es importante recordar que de por sí no son malos, ya que son un mecanismo de defensa y que, como tal, nunca se deben tratar de hacer desaparecer, cosa por otro lado imposible, sino manejar adecuadamente ayudando al niño a que los elimine más fácilmente (cosa que sí es posible conseguir).
Mira las fotos que nos hemos hecho aprendiendo a quitarnos los mocos malos…
En este artículo del pediatra y escritor Bruno Nievas se explica por qué se producen los mocos y los síntomas que pueden producir. También se dan consejos relacionados con su manejo (cómo ayudar al niño a eliminarlos) y así evitar infecciones y sacar el máximo provecho a su función.
Por qué se produce moco
El moco se produce con varios fines, como evitar la deshidratación a través de las mucosas, hacer de barrera frente a las infecciones o incluso lubricar. En vías aéreas, la secreción de moco puede aumentar como respuesta a diferentes mecanismos que estimulan su producción, como pueden ser las infecciones, el frío o las inflamaciones de zonas como la garganta o vías respiratorias más bajas. En muchos casos, el aumento de secreción de moco es un mero mecanismo de defensa.
Qué síntomas produce
Cuando los niños menores de dos años incrementan la producción de moco, este puede ser fácilmente visible en garganta, en boca y en fosas nasales. El organismo utiliza la tos y los estornudos como mecanismos para eliminar el exceso de moco. Por eso los lactantes con moco tosen y estornudan más. En la mayor parte de los casos los niños lo degluten, de forma que termina siendo eliminado por las heces, generando incluso pequeñas diarreas. A veces el niño vomita parte de este moco deglutido.
Qué complicaciones puede producir
Cuando un lactante no es capaz de eliminar el moco a la misma velocidad que éste se produce, el moco se puede acumular en vías aéreas, generando síntomas algo más complicados. Cuando el moco está en garganta o en boca el niño tose con frecuencia e incluso puede presentar algo de obstrucción al paso del aire. Si se acumula en vías respiratorias bajas (pulmones) puede que el lactante tenga dificultad para respirar, generando cuadros como las bronquiolitis.
En otros casos la acumulación de moco que ya no es capaz de ejercer bien su función de protección, puede favorecer la aparición de infecciones, tanto en vías altas (garganta) como en los pulmones. Es fundamental expulsar el moco «viejo» para que pueda ser reemplazado por moco «joven», que pueda seguir ejerciendo su labor de barrera y defensa frente a los gérmenes.
Cómo se diagnostica
El diagnóstico es bastante sencillo, ya que en la mayoría de los casos es visible a la inspección de la nariz o de la garganta, o audible cuando el niño respira.
El tratamiento de los mocos es una de las piedras angulares en el manejo de los niños menores de dos años, ya que generalmente no saben expulsarlos bien. En la mayoría de los casos la tos es poco efectiva, ya que sus diafragmas y músculos intercostales no tienen tanta fuerza como un adulto o un niño mayor. Y cuando tosen y los movilizan, en la mayor parte de los casos los degluten, por lo que pueden terminar generando incluso diarreas y vómitos. Es muy importante enseñar a los lactantes a que tosan de forma eficaz, mediante fisioterapia respiratoria con suaves palmadas en la espalda, de abajo a arriba y con la mano hueca, para favorecer la movilización del moco y que éste sea expulsado más fácilmente con la tos. También es fundamental que el niño beba líquidos, ya que la hidratación ayuda a que el moco sea más fluido.
Existen numerosos jarabes mucolíticos en el mercado, que contribuyen a hacer el moco más fluido, y de hecho la mayoría se pueden comprar sin receta. Estos fármacos deben usarse siempre siguiendo las indicaciones del prospecto y hay que recordar que son una mera ayuda al mecanismo de la tos, ya que sin ella no resultan efectivos. Su misión es hacer los mocos más blandos para que el niño pueda expulsarlos con mayor facilidad, pero en ningún caso eliminan los mocos ni la tos, que son mecanismos de defensa del organismo del bebé. En cualquier caso, siempre se debe consultar al pediatra o al farmacéutico antes de utilizarlos.
Suele ser muy útil la humedad ambiental, que ayuda a ablandar los mocos, contribuyendo de nuevo a que la tos sea más efectiva, al ser los mocos más fáciles de expulsar. Se puede aumentar la humedad mediante lavados nasales con suero salino (suelen ser más útiles en niños más pequeños), uso de inhaladores nasales con agua salina o agua de mar, o un humidificador ambiental. Estos aparatos son muy útiles ya que se pueden dejar funcionando durante horas y contribuyen a que los niños tengan una tos más eficaz al tener los mocos más líquidos. A veces son útiles los aspiradores de mocos nasales para bebés.
También son útiles preparados comerciales como Sinomarin®, que es un preparado hipertónico a base de agua de mar enfocado a aliviar los síntomas de la congestión nasal facilitando la eliminación de moco. Existen presentaciones aptas para niños desde el nacimiento y otras específicas para niños mayores.
Qué pronóstico tienen
En general el manejo de los cuadros de abundante secreción de moco tiene muy buen pronóstico, sobre todo si se insiste en las medidas físicas y se es constante. Los lactantes suelen empeorar en invierno y mejorar mucho a medida que crecen, ya que su tos es más fuerte y efectiva y sus vías aéreas más anchas, con lo que expulsan la mucosidad con mucha más facilidad. En algunos casos el acúmulo de mucosidad puede generar cuadros de dificultad respiratoria o incluso sobreinfecciones, por lo que se debe acudir al pediatra ante la sospecha de que se esté produciendo alguno de estos cuadros (y sobre todo a urgencias, en el caso de los primeros).
Cómo prevenirlo
La mejor forma de prevenir su aparición es «enseñando» al lactante o al niño a toser de forma eficaz. Es una tarea ardua y complicada, y que generalmente suele beneficiarse de medidas como fisioterapia respiratoria, humedad ambiental y lavados nasales. Pero con el tiempo los bebés van aprendiendo a toser de forma más eficaz, reduciendo así el riesgo de complicaciones por acumulación de moco en vía aérea.
En los niños menores de dos años es muy útil la realización de fisioterapia respiratoria suave y lavados con suero o preparados comerciales de agua de mar. A los niños mayores de tres años se les puede enseñar a toser y a escupir los mocos, jugando a «manchar pañuelos» e incluso ofreciendo pequeñas recompensas cuando lo consiguen. Los niños mayores de cuatro o cinco años sí deben toser con fuerza, eliminando moco del pecho e incluso sonarse en el pañuelo. En todos los casos son útiles la humedad ambiental (como el uso de humidificadores o los paseos a la orilla del mar), los lavados nasales con suero salino o preparados comerciales de agua de mar, y por supuesto beber abundantes líquidos. Todas estas medidas no eliminan los mocos, pero sí contribuyen sobremanera a su eliminación mucho más fácilmente.